Han contactado conmigo algunas personas preguntando que porque no hacía otro viaje más típico en vez de este que casi nadie lo conoce.
Hay varias razones, pero la primera de todas es porque me gusta salir de lo habitual, y lo sé suena muy típico eso de salir de lo habitual. Pero el motivo es el siguiente.
Siempre he sido un niño que no encajaba en el mundo que me rodeaba, no hacía lo mismo que los demás y terminaba inventando cosas que a los otros ni se le pasaban por la cabeza, básicamente era porque no me gustaba el futbol.
Eso me llevó a ser un niño que le gustaba descubrir cosas nuevas, escondites, cuevas secretas.
Seguí creciendo y busque lugares poco conocidos y en donde no se aglomeran los turistas.
Hay una gran diferencia en ser turista de masas y el pequeño turista que se adentra en un país y se integra, conociendo lo más remoto de ese destino.
Así me gusta hacer los viajes, es posible que no te lleve a sacarte la foto de instagram de tu influencer favorito, o que no termines en un resort acostado a la bartola.
Lo que sí me gusta es que cuando vuelvas, cada día de viaje se haya convertido en una historia que contar.
Un relato de vida que te haya llevado a emprender una nueva aventura.
En cada viaje, en cada experiencia, selecciono a los viajeros que formarán parte de ella, algunos son repetidores natos, otros nuevos, pero lo que nos une es solo una cosa…
Las ganas de pasar buenos momentos con personas que no nos juzgan, ni nos critican y nos esperan cuando caminamos por la montaña, nos entienden cuando estamos mal y nos escuchan cuando lo necesitamos y lo mejor de todo…
Se convierten en amigos con los que contar si los necesitas.